Estocada al #Metoo


Hacer una cuenta falsa en las redes sociales es demasiado fácil. Incluso existen páginas que generan fotografías de personas inexistentes. 

Son tan reales que a simple vista nadie notaría la diferencia.

El movimiento #Metoo, que recientemente adquirió mayor fuerza en Oaxaca, recibe un 
revés con el suicidio del músico de Botellita de Jerez, Armando Vega Gil. 

Si bien no se debe buscar culpables, mucho menos a las mujeres, el tema va más allá.

Ante la falta de justicia hacía las mujeres, el calvario que sufren para hacer una denuncia, que en gran parte son desechadas por las autoridades, conllevó a buscar métodos de señalar a los culpables de acoso o abuso sexual. 

La palabra dada a esta forma de exposición contra los acosadores y violadores es el escrache, originada por colectivos feministas de Latinoamérica. 

Vega Gil tomó la decisión de suicidarse, que sin querer originó una reacción en cadena. 

Para los que creían que es inocente de las acusaciones y de igual manera para sus detractores.

En este punto el que salió peor parado es el movimiento #Metoo, puesto que fue una denuncia anónima por supuesto acoso de una joven cuando esta tenía 14 años.
Lo que aquí queda en duda es qué tan fiable son las fuentes anónimas.

Habría que analizar si estas chicas realmente acuden en persona a señalar a sus agresores o si es a través de correos electrónicos o cuentas de internet. 

Y es que en el movimiento #MetooOaxaca, con la reciente creación de una página de Facebook, varios personajes públicos, hombres, han sido expuesto, de igual manera por denuncias anónimas. 

El movimiento #Metoo, o más bien, las feministas que apoyan esta iniciativa deben preguntarse si sus sistemas de denuncia podrían jugarle en contra.

Por lo pronto, el suicidio de Vega Gil afecta lo suficiente al feminismo, aunque este haya escrito una carta en el que se mataba sin culpar a nadie. 

De victimario pasó a víctima por parte de los “juicios” de las redes sociales.

Y es que las redes sociales son ahora la persona más “chismosa” del vecindario, quien señalaba y juzgaba y el resto del barrio le creía. 

Vega Gil dio una estocada. Pone un parteaguas. Y las mujeres, como siempre, serán juzgadas por los hombres e incluso por las mismas mujeres que no se sienten identificadas por el #Metoo.

Esto podrá originar que las denuncias bajen de tono y se cuestione la culpabilidad de los acusados.

Y deberán replantearse las formas de señalar, con las suficientes bases de que son personas reales quienes denuncian y no están tras una cuenta falsa de alguna red social. 




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